Los malos vientos

Los malos vientos

LeyjillHanna Gonzalez Ipuna, lideresa Wayuu del Alta Guajira, contó a Contagio como su comunidad fue desplazada de su territorio en consecuencia de la confabulación entre otra comunidad vecina y la empresa que encabeza el proyecto del parque eólico. Las amenazas y los amedrentamientos llevaban un año ya, pero al final de enero pasó lo que hasta ese momento había sido impensable en la cultura Wayuu: se asesinó a una mujer, la tía de LeyjillHanna. Siempre hubo conflictos entre distintos clanes, pero la violación de la sacralidad de la mujer y la total negación para encontrar una solución por parte de las autoridades, parece que no permitan lograr que la situación llegue a su fin.

Por Sara Bonoldi

Quien me habló primero de la difícil situación que están atravesando las mujeres Wayuu fue Ena Loperena, lideresa del pueblo Wiwa, que fue entre las pocas personas que se movilizó para brindar ayuda a las hermanas Wayuu desplazadas, ofreciéndoles hospedaje en la casa indígena de Riohacha. Después de unas semanas de esta primera charla, pude hablar con LeyjillHanna Gonzalez Ipuna, una de los y las protagonistas de esta vicisitud. La situación aún no se ha desarrollado, gracias a personas como Ena o a algunas Ong se pudo hacer que los niños volvieran a estudiar en internados, pero algunos adultos y uno que otro niño demasiado pequeño para estudiar siguen viviendo en la casa indígena, en malas condiciones y con escasos recursos.

La llegada del parque eolico en el territorio

Pero empecemos por el principio. En el territorio cuenta LeyjillHanna que vivían tres comunidades, ellos pertenecían a la del medio. Había una que otra diferencia pero siempre fue algo de vecinos y nunca tuvieron problemas más allá de la convivencia, compartían, incluso las hijas de ella estudiaban en la comunidad que se convirtió en enemiga. Al construir el parque eólico, de hecho, llegaron varias empresas a comprar terreno para poner sus palas y con estas nuevas dinámicas llegaron también los problemas de verdad; es que por donde pasaban ellos se construían carreteras, llegaba la electricidad, y la gente empezó a ver que tenía beneficios.

Al llegar, además, estas empresas dieron dinero directamente a algunas familias, y este dinero no fue utilizado para algo positivo sino que se utilizó para comprar armamentos. La comunidad a la que pertenece LeyjillHanna, por el contrario, nunca entró en negociaciones con el parque eólico, pero por lo visto estaba ocupando el territorio más apetecible de todos.

Hace un año empezaron a hacerles llegar comentarios de que no los querían ver por esas zonas, incluso llegaron a decir que se estaban metiendo en el territorio de ellos, cosa que aseguran en ningún momento pasó. Después dijeron que tenían tierra demás, después que la tierra no tenía por qué estar cercada, siempre poniendo problemas acerca de su territorio. Esa cerca, me comenta LeyjillHanna, lleva más de 40 años puesta ahí y no la pusieron ellos, la pusieron los antepasados, una generación que ya no está. Los que están ahora son los herederos de esa tierra, quienes la cuidan respetándola por todo el beneficio que les da.

“Las personas fueron enamorándose de la tierra y se querían aprovechar, pero antes, cuando no tenían armas, no hacían ese tipo de cosas, fue después de tener la manera que empezaron.”

Viendo como llegaban las amenazas, la comunidad salió a Uribia, marcharon, pusieron en conocimiento la Fiscalía, fueron a Asuntos Indigenas, a todas las entidades, pero nunca les solucionaron nada, su denuncia no fue tenida en cuenta.

“Al principio intentamos arreglar estos problemas por nuestros usos y costumbres pero no hubo arreglo, ni Asuntos Indígenas pudo solventar la situación. Pensábamos que los hubieran podido frenar, también pusimos denuncias en la Gobernación, en la alcaldía de Uribia, el municipio más cercano a nosotros, pero nunca buscaron una solución al conflicto las personas siguieron en esto y nos volvieron a atacar, a amedrantar, empezaron a meterse en nuestras casas, a disparar, a perseguir a nuestros hombres. Pero jamás se habían metido con las mujeres.”

El resultado de la negligencia de las entidades

Pero en este conflicto, todo se desarrolló al revés. La mama de LeyjillHanna, de hecho, resultó herida el 10 de diciembre, de una pierna, y el 20 de enero asesinaron a la tía de ella.

“Se encontraba en la cocina con nosotras y a una mala hora un disparo en el pecho y uno en la cabeza la alcanzaron. Ella murió instantáneamente. Nosotros por uso y costumbre la tuvimos que enterrar porque no podemos tener una persona fallecida entre nosotros, más en la situación en la que nos encontrábamos.”

Recuerda que cada ataque era más bien una persecución, duraba horas, hasta que les hicieron abandonar las casas y salir al monte. Poco a poco, primero los que tenían niños pequeños o adolescentes, considerados otro blanco fácil como los hombres, así no tengan la mayoría de edad son los que más corren peligro. Los días pasaban, y esas personas seguían metiéndose al territorio, sin remedio. La comunidad empezó entonces a emigrar: a Uribia y luego hasta Riohacha.

“No nos quedamos en Uribia porque allá se nos ignoró, no nos tomaron atención. Decidimos venirnos para Riohacha para ver que solución nos daban. Fuimos a la Gobernación, dijeron que no tenían una solución, simplemente nos trajeron a la casa indígena y hasta el sol de hoy se han olvidado de nosotros.”

La casa indigena

“Se plantan en la gobernación donde les dicen que eso no les compete a ellos, le compete a Uribia y lo único que les resolvieron fue traerlas a un lugar que se llama casa indígena, un lugar especial para los pueblos indígenas, donde tenemos oficinas. Si alguien viene y no tiene  donde dormir y es indígena puede dormir ahí, en muy malas condiciones, porque allí estamos en muy malas condiciones varios pueblos entre ellos el pueblo Wiwa.”

Ena me había adelantado una descripción de la situación en la que se encuentran los miembros de la comunidad Wayuu y me había hablado del lugar. La casa indígena es muy importante para los pueblos de la sierra y Wayuu y está ahora en el completo abandono; además este terreno lo pretenden ceder al espacio público de mercado: es una promesa de campaña de un político.

“Nosotros como indígenas dependemos de estas instalaciones para poder gestionar. Donde quedaríamos. Cuando nuestra gente baja de la sierra donde se quedaría. Cuando algún papito o alguna mamita tenga a su familia en el hospital donde se van a quedar. “

En este momento la casa indígena, a pesar de no ofrecer condiciones dignas, si ofrece tranquilidad y seguridad, “porque es una parte cerrada, no sentimos miedo de que alguien nos persiga”. Al contrario de la total ausencia de acción por parte de las entidades esta se configura como la solución temporal para ofrecerles protección sobre todo a las mujeres, a algún herido y a los niños más pequeños, mientras los hombres y los niños más grandes permanecen escondidos. De hecho ahora son ellas que ayudan con el aseo, antes Gobernación ponía una persona para el servicio pero en los últimos dos años no consiguieron que contrataran a nadie.

Escasos recursos

Es que a estas personas no las ayudaron en nada, las entidades se pronunciaron pero no buscaron o no encontraron solución. Y no les queda nada, quince días después del desplazamiento dos tipos volvieron a entrar a la comunidad para quemar todo. Nadie se atrevió a mandar evidencias por miedo a las represalias: a una muchacha embarazada, por ejemplo, le quemaron el celular. Cuando vieron que se desplazaban para Riohacha quemaron todo, quemaron casas, los corrales, los huertos. Lo único que quedó es un molino de agua que como es una construcción de hierro no se pudo quemar.

El ejército de Colombia fue hasta allá, pero cuando ya era demasiado tarde. Levantaron un informe para Uribia: lo conocen el personero, el alcalde, el secretario de gobierno, y todos se pronunciaron pero no hay solución.

De hecho, en Uribia, capital indígena de Colombia, no pudieron quedarse porque los recursos se habían agotado ya en junio del año pasado y ellas llegaron en febrero de 2023. Lo mismo para los recursos que del departamento llegan a la gobernación, agotados.

De hecho cuando llegan a la casa indígena las dejan ahí, 7 mujeres con 35 niños, sin comida, ni agua. Ahí medio sobrevivieron con ayudas de otros actores, entre ellos la Comisión de Justicia y Paz, que acompaña en el dialogo con las entidades, la Cruz Roja que organizó una brigada médica, la comunidad Wiwa y una fundación llamada Guajira naciente, pero viven sencillamente y no podrían pagar un arriendo. Los de la familia que pudieron, más grandes y aptos para trabajar, se fueron en busca de mejor fortuna a lo largo del país.

El territorio

“En el pueblo no hay nadie ahora, solo el cuerpo de mi tía y el de un abuelo que murió hace años. Ellos estaban en nuestro cementerio pero ahora nosotros estamos desplazados y ellos se han quedado allá. Según nuestra cultura nosotros deberíamos estar acompañando, por lo menos un año cerca de la tumba de mi tía. Por eso que mi mama y mi tía se quedaron, según la costumbre seria abandonar sus muertos y ellas son las hermanas no podían pasar por encima de esa costumbre.”

Se quedaron, pero viven en otra comunidad de al lado, porque en el territorio de ellas no queda nada; de ese potrero cercado donde abundaban los animales, ya no queda nada. La mama y la tía van nada más al cementerio y el ejercito les brinda el favor de acompañarlas, mientras que LeyjillHanna tuvo que alejarse en cuanto pudo, tiene dos hijas pequeñas y la preocupaban.

Estas empresas que están entrando al territorio y están comprando están creando una bomba de tiempo, están ocasionando un daño fuertísimo, están desplazando, están quedándose con los territorios, usando a la población misma para que se hagan la guerra entre ellos.

Son también Wayuu, los de la otra comunidad. Un clan distinto, y la disputa por el territorio se da mucho entre los distintos clanes porque el territorio es fundamental para ellos. En la negociación  con estas empresas que entran a la Guajira, “las personas creen que el que tiene más territorio tendrá más dinero y más poder” y desde el momento en el que negociaron con el parque eólico dejaron muy claro que la comunidad tenía que salir; “se enamoraron del territorio y pensaron que podían disponer de el como habían hecho ya con el suyo. Pero no saben que por donde pasa el parque eólico la tierra se seca.”

Esta peligrosa relación entre comunidad y empresa se desencadenó con graves consecuencias para los que tuvieron que irse: después de un año de persecución el desplazamiento forzado y la perdida de todo – animales, casas, familia, hogar, – se quemó todo para que no volvieran.

“Nunca quisieron atender la palabra, y abrir un dialogo sobre el asunto, al revés empezaron a comprar armas y balas, el idioma de ellos fue la pelea, nosotros no estamos en las condiciones para hacer eso.”

Una nueva modalidad de guerra

Me cuenta Ena que le comentaba un líder Wayuu: “antes jamás se hubiera pensado que la mujer Wayuu se tocara, pero este año ya van dos. La otra apareció en las cercanías de Uribia quemada, la incineraron y estaba irreconocible, jamás había pasado.” Mucha gente, hasta los propios palabreros han criticado esta nueva modalidad bélica: las guerras entre clanes siempre se han dado pero siempre era hombre contra hombre, nunca fue de matar mujeres, nunca fue de disparar en contra de casas o quemando hogares, y esta vez fue todo al revés.

Además cuando hay guerra de clanes aplica la ley Wayuu y es ojo por ojo diente por diente, dice LeyjillHanna, pero “nosotros nunca hemos entablado una guerra como esa, al contrario, nosotros pusimos esto en conocimiento de la ley, si la ley no hizo nada y el gobierno no hizo nada no es culpa de nosotros. Nosotros decidimos, por el territorio no se puede pelear.”

La única explicación que encuentran es la siguiente. Como la tierra pasa de generación en generación, pero entre mujeres, de repente fueron vistas como el mayor obstáculo para el alcance de sus objetivos.

“Las mujeres son las que heredan la tierra, mataron a mi tía me imagino que para darnos un mensaje. Y al matar una mujer nosotras no podíamos pensar que nos iban a perdonar la vida a nosotras. Una comunidad es una comunidad siempre y cuando tenga personas pero después de la muerte de mi tía yo decidí salir de mi tierra porque no me voy a arriesgar ningún familiar más. Si ellos tienen intereses con nuestra tierra y se van a aprovechar de ella que más podemos hacer. Nosotros no accedemos a este tipo de guerra.”

Mirando al futuro

La única solución que ven posible es la reubicación. Ellos están intentando restablecerse aunque ya no como comunidad, porque al no tener tierra sería muy complicado, y la familia ya se ha dispersado intentando solucionar la difícil situación que se ha presentado.

“Le planteamos al gobierno que queríamos la reubicación y nos dijeron que no tenían ni la tierra ni el dinero para poder hacer eso. En estos tres meses nos tocó buscar la manera de que los niños estudien, una que otra está trabajando, pero en el caso de mi tío por ejemplo no puede trabajar porque está herido, y esto tampoco nos permite dejar la casa indígena en este momento.”

LeyjillHanna me repite que allá están tranquilos, seguros, pero el lugar es inadecuado y no tiene las condiciones mínimas, sobre todo para los niños pequeños que no pudieron entrar al internado. Y los que están allá estudiando, que son 12, a pesar de que los hayan recibido, siguen teniendo necesidades y gastos que los adultos tienen que solventar, y al haber perdido todo, sus animales, sus huertas, se ven en la obligación de rebuscar.

A esta altura ya se ha renunciado a una solución colectiva pero lo que esperan es que si no pueden reubicarlos como comunidad por lo menos los ayuden aunque sea con pequeñas tierras, con casas, que les den un lugar estable y acorde.

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