Carta abierta a mi amigo, el General Rito Alejo del Río

Carta abierta a mi amigo, el General Rito Alejo del Río

Por Antonio José García

Afectuoso saludo con mi deseo de una pronta recuperación por su bien, el de su familia y el del país.

Desde hace varios años no hablo con usted. Yo no sé usted qué dirá de mí hoy, pero yo lo he considerado siempre un amigo, mío y de toda mi familia. Mi hermana Beatriz, lo adoraba y usted a ella, y mis otros hermanos también lo apreciaron y respetaron mucho, al igual que mi madre.

Yo, al igual que toda mi familia, siempre lo consideré un militar integro. Estoy seguro que lo fue y no se corrompió como muchos otros que hoy vemos a su lado en la JEP, haciendo fila para contar su participación en el conflicto armado colombiano con vergonzosos hechos a los que los llevó la corrupción, el narcotráfico y la falta de honor militar.

Lo que usted hizo, como militar integro, como muchos que aún quedan con criterio, ética, sentido de honor y patriotismo, lo hizo en su pleno convencimiento de que de esa manera estaba salvando a Colombia, de acuerdo con la doctrina que le inculcaron en su formación.

Ud. se equivocó gravemente, pero no se torció. Esto sucede cuando seguimos ciegamente un ideología que nos deshumaniza. Esa fue la suya, con la que se desmoronó su vida y la de muchos.

Tuve algunas oportunidades de hablar con usted temas complicados sobre su situación. Cuando nos reencontramos después de muchos años, usted ya había sido despedido del Ejército al que sirvió con lealtad y patriotismo, y había sido traicionado por tantos de aquellos a quienes creyó sus amigos. Yo ya era el abogado de Justicia y Paz de muchos de quienes operaron en Urabá cuando usted era comandante de la brigada XVII. Era el abogado de algunos que desde la ilegalidad se aliaron con el Estado o fueron utilizados por los poderosos de este país para sus propósitos, o simplemente delinquieron por qué no tenían otra forma de sobrevivir.

Le quiero contar un asunto personal que me ha ocurrido. Recientemente tuve la oportunidad de asistir a algunas actividades de Memorias y de consolidación de la Universidad de Paz en la región de Bajirá, Cacarica, Jiguamiandó y otras donde ocurrieron los hechos de la operación Génesis del ejército, y la muerte de el campesino Marino Lopez, por la cual usted fue condenado a pena de prisión que hoy lo tiene recurriendo a la JEP para lograr unos años de libertad para lo que le quede de vida.

He estado con las víctimas del desplazamiento forzado por esa operación del Ejército que cumplirá 25 años en el mes de febrero de 2022. Allí he visto a viudas y huérfanos, familiares de desaparecidos en el coliseo de Turbo; vi sus rostros, vi su monumento en memoria, los escuché hablar sobre su tragedia. Allí Había personas de la Comisión de la Verdad y otras entidades de derechos humanos y de paz.

Con ellos estuvimos acompañándolas en sus actos de memoria, allí mismo donde estuvieron hacinadas durante varios años después de su desplazamiento forzado, hasta que algunos se decidieron a regresar a lo que quedaba de sus parcelas en las vertientes de los ríos Cacarica y Salaquí, y las encontraron deforestadas y con empresas agroindustriales. Otros retornaron y las encontraron invadidas por cultivos industriales de palma africana y plátano, banano y vastas extensiones ganaderas, con la topografía arrasada por bulldozers para allanar el terreno, derribar el bosque, desviar los cauces que antes fueron sus referentes geográficos y los linderos todos convertidos en un paisaje uniforme, sin puntos de referencia, con palmas milimétricamente dispuestas, “alineando y cubriendo” sin otro punto de referencia que las indicaciones industriales y de seguridad. Hoy todavía luchan por recuperar sus tierras. En otra vertiente, la del río Jiguamiandó los indígenas siguen aterrorizados mientras se enfrentan a multinacionales de minería a cielo abierto.

¿Usted se imagina el dolor de esos campesinos, afro-colombianos e indigenas al no encontrar el terruño donde por varios años soñaron volver?.

Yo fui afectado por el desplazamiento durante el conflicto y tuve que esconderme con mi familia por varios años de los implacables enemigos que asesinaron a mi hermano (que también fue buen amigo suyo) y viví un momento así cuando pude regresar a la finca familiar y la encontré en ruinas, demolida y dinamitada, pero ahí estaba por lo menos la tierra. Ni modo de comparar mi dolor con el de ellos que lo perdieron todo. Hasta los cementerios veredales donde enterraron sus ancestros los desaparecieron.

Pero allí, estando con ellos, me enteré que le han cursado viarias respetuosas invitaciones a usted para que los acompañe en su tierra, porque quieren hablar con usted. Cartas que han tratado de hacerle llegar a través de intermediarios o que finalmente ante su falta de respuesta han publicado en varios medios de comunicación, en su intento de hablar con usted, pues quieren conocer de su boca la versión de los hechos, escuchar esas verdades para abrazarlo, sin ningún sentimiento de odio o venganza. Solo quieren saber la verdad, y demostrar al mundo a través de su caso, que a las víctimas solo les interesa la verdad, y después poder abrazarlo y hacer un país distinto.
Y, lo más importante, muchas de esas víctimas quieren decirle que lo perdonan de corazón. No ha sido posible.

Ellas también le han pedido a la JEP que facilite un salón para un diálogo directo con usted, en un espacio privado, donde concurran además unos pocos testigos por parte de ellos y por parte suya. Hasta ahora, nada ha sido posible.

Supongo que los abogados no se lo han permitido. No quieren dañar esa estrategia que diseñaron de negar todo y no asumir responsabilidad, pero que solo está beneficiando a quienes lo utilizaron, y, en particular a una persona, al que usted defendió muchas veces pero públicamente prometió no volverlo a hacer y lo está haciendo.

Seguramente le hacen cuentas alegres con su edad, los beneficios de trabajo y estudio y el tiempo que le permita la JEP en la libertad condicional que hoy disfruta. Pero eso no le permitirá apaciguar su conciencia. Contar la verdad si lo hará.

Seguramente le hacen cuentas alegres con su edad, los beneficios de trabajo y estudio y el tiempo que le permita la JEP en la libertad condicional que hoy disfruta. Pero eso no le permitirá apaciguar su conciencia. Contar la verdad si lo hará.

Ya sintió la persecución de la fiscalía de un fiscal General , comprometido como el que mas con los paramilitares que desde hace más de quince años lo ha tenido entrando y saliendo de la cárcel. Quizás hoy se están preparando seguramente contra usted, próximo a salir de la JEP, para reasumir los procesos que le siguen y enterrar la linea de mando de ellos con usted. Así buscan defender con su caso a quien usted no quiere defender nunca más.

Lo invito muy respetuosamente a terminar el proceso de la JEP como debe ser. Contando toda la verdad sobre su participación en el conflicto colombiano y aceptando la responsabilidad que le corresponde. A mi modo de ver esta es la única forma de salir adelante en ese proceso para contribuir a sanar este país, a sanarse usted profundamente, a restaurar con valentía su honor militar, su dignidad y la dignidad de las personas afectadas por ordenes de otros que usted asumió con fe.
Es la única oportunidad de demostrar que no fue el determinador del homicidio de Marino López y muchos casos más de los que le acusan, y develar que sí fue utilizado por oscuros titiriteros para realizar muchísimas cosas que redundaron en graves violaciones de los derechos humanos, asumir la responsabilidad que le corresponde y obtener la pena alternativa que está esperando.

De otra manera lo expulsarán de la JEP, lo devolverán a la cárcel militar y su fama será la de los cobardes que no asumen las responsabilidades por sus hechos en la vida. Espero que esto no ocurra, y espero poderlo saludar, abrazarlo y poder conversar con usted cuando se le otorgue la pena alternativa y salga con dignidad de colombiano de esa pesada carga que lleva consigo.

Nuevamente ruego a Dios por su salud, por el bienestar de su familia y por que tenga la grandeza de actuar como hoy le corresponde.

Un afectuoso abrazo,

Antonio José García Fernández

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