Foto:Colprensa

Por: Johan Mendoza Torres

16 Ene 2019

Por más de que los medios corporativos de información anden en una campaña casi melodramática para recomponer la imagen de Andrés Felipe Arias, tratando de convertirlo en un pobre hombre inocente que merece la absolución, es necesario que las memorias individual y colectiva, luchen contra ese oficialismo mediático que se aprovecha del sentimentalismo de las masas y se sirve para introducir intereses particulares para posteriormente generalizarlos.

¿Cómo no conmoverse al ver un hombre devastado por la picota? ¿cómo no sentir emociones al ver a su esposa clamando entre lágrimas para que todos sus ex amigotes (a los que ella llama “Colombia”) hagan algo para sacarlo?

Por supuesto, hay que ser muy indolente para no sentir, pero si alguien nos preguntara ¿por qué nos entristece la esposa de Arias (a quienes los medios sí le otorgan nombre) pero no nos entristece “tanto” la familia del líder Manquillo? de seguro la respuesta no es sencilla.

Esta entrada antes que ser una alegoría de “al caído caerle” es más bien una reflexión sobre cómo los órganos mediáticos modulan los sentimientos de la gente y configuran las emociones como razones políticas para la dominación.

Es allí, en el sentimentalismo donde está sembrado el juego mediático prefabricado, un juego simbólico macabro de los medios corporativos de información que consiste en separar al significado del significante y utilizarlos independientemente según les convenga.

Por una parte, el significado es la imagen mental de un concepto, de una palabra, es todo el contenido mental dado a un signo lingüístico, incluso se podría decir que también se le da a un objeto, a una cosa, a una relación; de otra parte, el significante es la forma material que toma un signo, un concepto y según Lacan no solo las palabras son significantes sino también los objetos.

¿Entonces cómo funciona? La imagen de una esposa llorando por su esposo preso y deteriorado, sirve a los dueños de medios corporativos como significante. El discurso sobre su situación física, aislado de las razones por las cuales está en dicha situación, permiten que el sentimentalismo ingrese a mediar la conclusión y así, el nuevo significado que las masas se pueden hacer de dicha imagen repetida mil veces sea el de: “pobre Andrés Felipe, pobre su mujer… que lo saquen”.

La corroboración de esta tesis debatible es que, en Colombia, los familiares de los líderes sociales asesinados han tenido, por caso, menos horas al aire en los medios informativos corporativos, de lo que tuvo la esposa de Arias o incluso la esposa de Leopoldo López en Venezuela condenado por las guarimbas.

En otras palabras, la hegemonía comunicacional es tan grande que el calvario de un poderoso se ve más triste que el calvario de los humildes, los sin tierra, los sin nada, porque el eco de esa hegemonía retumba en los canales comunicativos al servicio de los poderosos, que lo transfieren mediante el discurso y la imagen a la gente común y corriente que es obligada sin la fuerza, a hablar entristecida de una tragedia, pero a mencionar tranquilamente otra.

Por lo anterior quizá, cuando la guerra estaba en sus puntos más altos, la muerte de integrantes del bando de los poderosos era narrada incluso con realismo mágico, sus cuerpos puestos en ataúdes de madera tallada, forrados con la bandera colombiana y un enfoque directo a las lágrimas de sus familias, mientras que la muerte de los integrantes del otro bando, era acotada por un lenguaje técnico, sus cuerpos metidos en bolsas de plástico negro y por supuesto, ninguna relación de imágenes en la que se viera el dolor de su familia.  

Lo anterior provocó desarticulaciones simbólicas entre significado y significante tales como: “daño colateral” “neutralizaciones” “bajas enemigas” “falsos positivos etc.” lo que permitió que algunos estúpidos en las ciudades creyeran que al final los muertos tenían diferencias.

¿Qué lección quieren darnos los medios corporativos ahora? ¿la de la compasión? ¿o la de la defensa de sus privilegios a todo nivel? ¿acaso quieren categorizar las víctimas?

Muchas no lloraremos por ti Andrés Felipe, no porque seamos inhumanos, sino porque la muerte, la impunidad, la injusticia que recibe a diario la gente humilde de Colombia, no da ni para una crónica en esos medios informativos cuyos dueños son aquellos que fueron y son lo de tu misma clase.   

Cuando los gurús del periodismo no solo informen sobre la muerte de los humildes, sino que también llamen a sus esposas por su nombre, sufran con ellas como al parecer sufren con doña Catalina, como sufrieron con Lilian Tintori a quien la entrevistaron casi diariamente hasta que amnistiaron a su esposo, allí, ¡solo allí! cuando la injusticia tenga un mismo significado, entonces lloraremos por todas y cada una de las personas que salen perjudicadas con la tragedia que acoge a nuestro adorado país.

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